Erase una vez un Rey… así empezaban algunos cuentos de mi infancia. Pero en la madurez lamentablemente perdemos la inocencia y dejamos de creernos determinados «cuentos».
LLevaba soslayando el tema de la cacería de elefantes, de los disparos fortuitos, de las prótesis de cadera y de otras tantas «causalidades» (sic) monárquicas mucho tiempo; hasta que mi querida Sara Dobarro me invitó a inspirarme de sus palabras en bocaoreja. Y, como buen caballero que me considero, acepto su invitación.
Comenzaría diciendo aquello de Bertrand Duguesclin: «Ni quito ni pongo Rey, pero ayudo a mi señor», o mejor incluso la adaptación de Cervantes, que pone en boca de Sancho algo similar: «ni quito ni pongo rey, pero ayúdome a mí, que soy mi señor»… fidelidad ante todo.
Ambas frases tan similares demuestran lo que la sociedad española actual siente. Por un lado los que se autodenominan «juancarlistas» (que no monárquicos) y por el otro lo que representa la idea de ciudadano libre que tan sabiamente refleja mi buen Sancho.
Hay un debate real, latente, profundo y serio en el seno de la sociedad española, que se pregunta si quiere un Reino o una República, y cada cual lo justifica según su propio e inviolable criterio y aporta argumentos en cualquiera de los dos sentidos. España ha sido casi de todo y al final de casi nada. Tuvo tribus, fué colonia de Roma, luego convivieron pequeños reinos (cristianos) con Taifas (moras), condados, feudos, y con la unificación Fernando-Isabelina un nuevo Reino más fuerte que llegó a convertirnos en el Imperio español con el desembarco descubrimiento de América. ¡Casi nada!… así que somos tan una cosa como otra, dependiendo de los tiempos y de las necesidades.
Ahora pinta el tricolor y, lo que Zapatero no consiguió (tremendo fracaso suyo), ahora lo sirve en bandeja un inocente elefante, que parece que tras su muerte es cuando ha entrado -como lo que fué- en la cacharrería nacional. Claro que los gestos tienen importancia, Sara, que el lenguaje no verbal que tan sabiamente interpretas y descifras, dice mucho más que lo que las palabras «tamizadas» por la falsedad nos traen al oído.
Ahora la información, la crítica, el debate, surge de manera espontánea y visceral en las redes sociales. Y ello hace que nadie pueda tapar las vergüenzas propias o ajenas que se propagan de manera inmediata al resto del mundo. Un disparo fuera del tiesto es más que un «desliz» mediático. Un yerno que se lleva puesto un paquete de pasta (y no gallo precisamente), otro que dicen que también iba «puesto», unas faldas tras las que correr, desgraciadamente ayudan poco a dar una buena imagen de familia.
Soy poco aficionado a los cotilleos, así que los líos de familia me dan igual, pero no me dan igual los líos de otros millones de familias que viven a diario un auténtico calvario para sobrevivir. Muchos de ellos han pensado incluso en apuntar a la sien a la hora de disparar… ¡ESO SI QUE ME PREOCUPA! (ya sé lo que es escribir en Mayúsculas, Sara).
Yo ni soy monárquico, ni republicano, ni juancarlista, ni siquiera antisistema, yo no soy nadie, así que mi opinión al respecto no cuenta, pero siento cierta debilidad por mi escudero… Será porque compartimos algo más que lo de Sancho.
Y como empezaba el cuento tiene que acabar de manera tradicional, y colorín, colorado, este cuento ¿SE HA ACABADO?…