El pasado viernes acabó un programa de televisión, que nadie veía, pero que triunfó durante varios años a la hora en que las digestiones ayudan a aletargar nuestros sentidos. Por supuesto era considerado por algunos como el típico producto de Telebasura.
Tengo la gran suerte de dormir la siesta apenas apoyo la cabeza en el sofá, unas veces cuando comienzan los deportes (o sea el fútbol, o mejor dicho las crónicas del Madrí y el Barça), otras durante los reportajes de «El caso» redivivo en los informativos (violencia de género, atentados, recuento de accidentes de tráfico, catástrofes varias, etc., etc.), a veces a mitad de trifulca entre líderes políticos de distinto pelaje y la mayoría de las veces en mitad de uno de los millones de bloques publicitarios con el que nos orientan para saber lo que necesitamos comprar.
Bendita televisión que nos permite dormir «a pierna suelta», en cualquier momento del día, con la magnífica sensación de que no nos estamos perdiendo nada.
En mis años «mozos» solía acostarme escuchando al inefable José María García. No era porque me interesase nada de lo que se trataba en su magnífico programa, precisamente porque no me interesaba el fútbol, acababa dormido enseguida. Era perfecto para no «engancharte» a escuchar. Simplemente oía la voz de J.Mª y a dormir como un bendito.
Tenía un gran inconveniente, y es que de vez en cuando tocaba algún tema que si podía interesarme, y entonces permanecía atento al receptor a ver en que quedaba la «polémica» que siempre existía en cualquier estamento deportivo.
De aquél excepcional periodista, imitado y copiado hasta la saciedad, ha quedado un estilo de periodismo que creó escuela y que sigue teniendo vigencia a pesar de los años transcurridos desde que comenzó a emitirse.
La televisión ha desarrollado otro estilo de «enganche», cuya dimensión ha sido analizada por unos y otros, hasta hacernos aborrecer el hecho mismo de encender el televisor.
No hay manera de librarse de la basura. Ni siquiera haciendo «zapping». Si cambias de canal huyendo de la publicidad, vienes a parar a otro canal que, si no estaba ya en publi, inmediatamente te coloca sus anuncios cortando de manera «abrupta» cualquier programa que estuviese emitiendo. Siempre he pensado que los responsables de «continuidad» lo único que hacen es estar viendo a la «competencia» para, inmediatamente que cortan ellos, endilgarnos su repertorio de anuncios sin aviso previo. Nos «acosan» en nuestra huida y no podemos evitar ver los anuncios por muy rápidamente que apretemos el mando a distancia.
Si de lo que intentábamos escapar era de un «telebodrio», «culebrón», o una de las teleseries «eternas», encontraremos la misma oferta, a la misma hora en todas las demás cadenas.
Si te gustan los concursos «¿culturales?» podrás elegir entre una variedad de canales infinita, ya que todos tienen la oferta «formativa» en sus parrillas y donde, con unos conocimientos extraordinarios sobre cualquier banalidad, se puede llegar a ganar unos cuantos miles de euros con sólo saber que el caballo blanco de Santiago era de color… ¡Blanco!, (a veces sirve con que respondas que no era negro).
Los debates sin embargo han llegado al más alto grado de «menosprecio» a la sensatez. Me pregunto qué sentirá Balbín después de tantos años dirigiendo «la Clave» para acabar con estos «desharrapados» mentales «desparramando» palabrotas e insultos a sus ¿interlocutores? y convirtiendo una conversación en una amalgama de «monólogos» simultáneos, donde lo único que importa es decirlo mucho más alto que los «contrarios» aunque no sea, por supuesto, «más claro».
Siguiendo con la huida a tavés de las VHF y de las UHF, llegas a un remanso de paz en forma de documental, en el que los animales hacen sus animaladas, o un grupo de aventureros nos permiten conocer las cumbres del Kilimanjaro, las aguas bravas de un torrente de La Patagonia o la caza de focas en los hielos Articos. Pero llega un momento en que también te saturas de conocer tantas maravillas a las que nunca podrás acceder y te sientes con ganas de reencontrarte con la realidad cotidiana y enterarte de lo que pasa en tu entorno más próximo. Por lo que reinicias el ciclo de búsqueda hasta que tu pareja te pide, por favor, que le dejes cualquier cosa, porque está completamente mareada y desorientada ante tanta imagen cambiante, llegando casi a un estado de paranoia, porque pensaba que seguía viendo la película de Richard Gere y no le encajaba la foca en el guión.
Así que tras la infructuosa búsqueda de un programa acorde con tus intereses momentáneos, vuelves al sosiego de la «nada», permaneces inane ante el televisor y te dejas mecer una vez más por las voces y los colores que fluyen milagrosamente sobre la pantalla del «hipnotizador» (quería decir televisor) y dejas aletargarse los sentidos hasta que consigues dormirte blandamente.
Así que por favor que no hagan la televisión mejor, que no pongan nada que nos pueda interesar de verdad a los mirones; que no cambien los informativos; que aumenten todavía más el número de programas de divulgación comercial como la teletienda y similares; el fútbol que no falte ni un instante, a ser posible en todos los canales a la vez y , por supuesto, que casen a Bea con alguien de los Serrano que, a su vez podría visitar a House para que le trate un problema de salud que no le había curado el Dr. Ulises, o bien que Aída participe como nueva gobernanta del Internado, mientras que la Sole se ha ido a organizar la intendencia de los Supervivientes, en tanto que Paco investiga un caso sin resolver de la Bones, o los agentes de CSI pasen sus vacaciones en Marina D ‘Or como premio «estrella» tras su participación en el concurso Identity. Y que nos dejen dormir.
No sé si me he explicado demasiado bien, tal vez he liado un poco los protagonistas de la tele, pero es que con tanto zapping casi no puedo distinguir donde sale cada uno de ellos.
Vaya parrafada, no tiene desperdicio y casi seguro estaría de acuerdo en casi todo, a no ser porque no veo la televisión ¿por qué será? Prefiero la lectura de un buen libro, que por cierto también los hay que dan somnolencia para poder echarse una siestecilla de vez en cuando. Un saludo cariñoso
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