Hoy un nuevo atentado terrorista concita el debate político en todos los medios periodísticos y privados. No quiero entrar en política, sino en mis sentimientos, que me los estan intentando robar.
Mi padre, hombre «de mundo», tuvo que emigrar, a la fuerza, para darse una oportunidad de vida que en la España de posguerra no tenía. Marchó a Brasil volvió a España y tuvo la suerte de trabajar para empresas «yankis» que le llevaron por diferentes lugares españoles y hasta Liberia, en Africa.
En su periplo procuró tener junto a él a su familia, de tal forma que mi gestación tuvo lugar en Sevilla, mi primera infancia en Elizondo (Navarra), y a partir de ahí retornamos a Zaragoza.
Mi propia vida y profesión me han llevado posteriormente a residir en muchos lugares, durante períodos más o menos largos. Salamanca, Palma de Mallorca, Valencia, Tenerife, Madrid, Vitoria y , por supuesto, Zaragoza. Quiero con esto decir que he tenido ocasión de conocer y compartir mis experiencias vitales con gente de toda nuestra geografía. Omito las estancias en el extranjero (cuatro continentes) que, aunque muy numerosas, no me atrevería a decir que conozco a fondo sus culturas.
Pero en España si que me he sentido bien en donde he estado. De niño bailé la jota vasca, entendí el folklore y los deportes vascos (aizkolaris, correkolaris, …) y aún hoy me emociono cuando escucho el Aurresku. Ya de joven,aprendí a sentir la tauromaquia en la cátedra salmantina, y me hicieron distinguir un manso de un toro bravo, un natural de un trincherazo y a pronunciar el castellano con su entonación sin «acento» maño. Llegué a conocer nuestras islas y a tocar el «timple canario» como los sabandeños, y a distinguir la sobrasada mallorquina del paté de cerdo. Cataluña ha sido mi maestra de tesón y esfuerzo colectivo, ausente en otros lugares, me dió más de lo que le pedí. Cantabria es mi debilidad para el descanso, sobria y sencilla, ofrece todo su mar, sus montañas, sus gentes y sus parajes a cualquiera que llegue a su seno. Asturias y Galicia enamoran en cuanto llegas, cambia el olor, el color del mar y el cielo, eucaliptos y marisco, casas de indianos, esfuerzo y mujeres «recias» trabajando en el campo, la mar o en puerto…
No quiero hacer un listado de comunidades, ni destacar a ninguna en concreto, simplemente quería decir que conozco y aprecio a todas ellas, cada una con sus encantos y con sus gentes. Pero estamos siendo «asaltados» por gentes sin escrúpulos que nos están robando nuestros propios sentimientos. Mi amor por nuestras regiones está siendo manipulado por los actos de unos pocos «salvajes» que intentan arrancarnos nuestros fervores. Pero no podrán porque son nuestros.
Somos muy ricos teniendo tanto y tan bueno porque es de todos, no sólo de ellos. Sigo y seguiré queriendo nuestros paisajes, sus bosques, sus montañas y sobre todo a sus gentes, todas buenas, y aunque intenten robarme mis sentimientos seguiré entendiendo por míos, las Jotas y los aurreskus, la sardana, la muñeira, la soleá o el taranto, un zortziko, una saeta, una habanera o un tango.
Eso es mío y es de todos como cada uno lo sienta. A mí no me lo han quitado.
plas, plas, plas.
Que mas se puede añadir?