En inglés hasta suena bien «Eyewitness», pero actuar de testigo en un juicio es otra cosa porque implica participar en un procedimiento extraño y desconocido por la inmensa mayoría de ciudadanos, el procedimiento judicial.
El lunes fuí invitado a participar en una demanda laboral, como experto en aviación, y testificar sobre cómo se entiende el desempeño profesional, cómo es la preparación y formación de los pilotos, cómo influye la experiencia y el buen ejercicio profesional en la relación laboral de un empleado «frente» a la parte contratante… un mundo de causas objetivas que se diluyen entre el marasmo de leyes y en la interpretación del espíritu de las mismas.
Acudí con la seguridad que da la formación y la «información», con la tranquilidad que da el conocimiento más allá de lo que es tu trabajo, y sobre todo con la certeza de que tu participación puede ser la que determine que la justicia se aplique de tal modo que no haya lugar a especulaciones gratuitas o ambigüedades en ningún concepto técnico que permitan al tribunal dictar una sentencia ajustada a derecho.
Fuí con las ideas muy claras, y con el firme propósito de ayudar al tribunal a entender nuestra profesión, y las repercusiones personales que entraña cumplir y hacer cumplir la reglamentación que nos obliga a todos los profesionales y que determinan OACI, las JAA Europeas, y el derecho español, así como las propias disposiciones operativas que se recogen en los Manuales de Operación de las propias compañías. Sólo se tiene que haber «navegado» por cada una de ellas y haber asumido y aceptado la RESPONSABILIDAD que conllevan.
Las demandas laborales están abarrotando los juzgados a diario, y en general acaban resolviéndose antes de entrar en la sala, mediante una CONCILIACION y acuerdo de indemnización pactada. Así ocurrió el día de este juicio, acuerdo y FINIQUITO…
Fué un instante de regreso al pasado, en el que el demandante era yo, y entonces quería por todos los medios que hubiera banquillo de acusados y declaraciones de algunos sujetos, pero no es así como se desarrolla una demanda laboral. Ni siquiera aparece más que el abogado defensor de la empresa, y que actúa de «correveidile» consultando el precio final del «regateo» hasta llegar a la cifra mágica que pondrá fin a un disparate que el empresario tiene asumido.
Acabas marchando por donde te fuiste, con algo más de dinero en la cuenta, con la frustración que produce tener razón y no tener ocasión de demostrarla, con un despido IMPROCEDENTE que salva tu HONRA y que te envía directamente a la cola del paro. Pero te vas con el ORGULLO de quien no tiene más que una DIGNIDAD a prueba de mangantes.
Es difícil explicar a los rastreros, a los comeculos, soplagaitas, sicarios y miserables que están del lado equivocado, lo que de verdad siente una persona INTEGRA, lo que significa sentirse denigrado por un chupatintas que te mira como si te perdonara la vida por darte un pagaré de una empresa corrupta y corrompida por la propia miseria de sus miembros. Pero os garantizo que cuando ves de cerca tanta podredumbre humana, de verdad de verdad que lo que más te satisface es que por fin te vas a librar de ellos con un saldo neto a tu favor. Y no hablo de dinero porque lo que sacas de allí una vez firmadas las actas es la DIGNIDAD INTACTA, y eso no tiene precio fijo. (Felicidades J.T.)