El tiempo de Otoño es, tal vez, aquél en el que más sensibles nos encontramos, algo nostálgicos, e incluso alterados como el clima cambiante, en el que las nubes dejan resquicios de sol, o tras la lluvia resplandecen los prados y arañamos unos segundos más de luz antes de que las penumbras nos hagan buscar el refugio del hogar o encender una chimenea que caliente más el espíritu que el cuerpo.
Me gusta ir a los bosques en otoño, pisar las hojas caídas y descubrir un tronco recubierto de musgo suave y aterciopelado, oir el agua fluir por cualquier canalillo y aspirar los aromas de la humedad que alfombra el sendero por el que te adentras, sin prisa, atento al aleteo de cualquier ave, o mirando entre la hojarasca a ver si tienes la suerte de encontrar una seta.
Soy montañero de vocación tardía, aquel que siempre fue vago para andar cuesta arriba y cuesta abajo, pero que al final -como las cabras- tiró «p’al monte».
Este puente de Todos los Santos, ahora de halloween, es la época ideal para escaparse al Pirineo (nótese que no le pongo patria), el bosque no tiene rayas, ni lengua, sólo habla el lenguaje mudo de los sentidos y a todos invita a disfrutarlo en paz, abierto a su deleite y con el poder que le da la naturaleza para no imponer más que sus propios límites.
Hemos subido al pequeño lago con el refugio de Pombie, a los pies del Midi D’ossau, hemos vuelto a buscar hayas en el Betato, muy cerca de Piedrafita, hemos hoyado el bosque en busca de setas, y siempre hemos vuelto a casa cansados y encantados después de varias horas de caminata, arriba y abajo, senderos viejos pisados por muchos otros antes que yo, senderos nuevos a cada paso que das.
Es tiempo de otoño sí, de preparar el invierno y de esperar el frío, pero antes de que este llegue hemos calentado el alma con nuestras experiencias llenas de sensaciones agradables y con el regalo que ofrece el monte y el bosque cuando buscas solamente paz.
Me han encantado las fotos, Carlos. Qué chulas.
a alguien le inspiran nostalgias…
gracias