Aragón es tierra dura, tierra solitaria y de gente austera. Salvo la zona del valle que da nombre a la península, donde el Ebro domina a las tierras, el resto es erial y páramo, soledad y piedras.
Aragón es también contraste y sudor, roca y esfuerzo. Tiene de todo menos agua, a pesar del Ebro. Y sobre todo tiene valor. Porque valor hay que echarle para cultivar en secano y esperar a que llueva… ¡la virgen de la cueva!.
Ayer os mostré agua, hoy os muestro tierra, seca y dura, nuestra tierra, llena de nostalgias del pasado, testigo de mil sucesos y no todos nobles. Tierra parada en el tiempo y en espera de que llueva y llegue vida más allá del barro seco con el que hacen los adobes, sus gentes sobrias.
El Bajo Aragón te lleva al Maestrazgo de Teruel. Soledad y esperanza. Tambores de Semana Santa aparte, poco turismo, poca vida nueva y sin embargo resiste como las piedras erosionadas al viento y alguna gota perdida que suele caer «de golpe» en tormentas improductivas y arrasadoras de su piel reseca.
Mucho Aragón por conocer y querer, entenderlo es mucho más difícil. Pero, porque es mi tierra, porque son sus gentes nobles quienes perviven a pesar de su hostilidad, quería que vieseis algunas cosas de lo que con un poco de tranquilidad se puede disfrutar en seco.
Aragón es esto y mucho más ¡bébetelo a pequeños sorbos!…
Un viaje relámpago que pasó por Belchite, Lécera, Andorra y Alcorisa para acabar en Cuevas de Cañart…y el Hotel Don Iñigo de Aragón.
Por supuesto… En ningún sitio podría haberme encontrado mejor… Eso lo tengo claro clarísimo desde hace mucho tiempo.
Lamia, afortunadamente y como para compensar, sus gentes son blandas y receptivas. ¿No crees?…
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Seca y dura es esta tierra, en efecto.