El azul celeste constituye el fondo de pantalla de alasdeplomo. Siempre ha sido un color que me ha inspirado y relajado, he pasado muchas horas comtemplando las nubes pasar, recortándose sobre él, y siempre ha sido motivo constante de mis sueños aéreos.
El primer azud que ví en mi vida era sencillamente un montón de grandes cantos rodados en el cauce del río Aranda, en Jarque del Moncayo, complementados con sacos de abono rellenos de tierra y grava. Su uso para riego era necesario durante el estío para almacenar unos litros de agua con los que poder regar un par de huertos, no daba para más un hilo de agua que no siempre conseguía llegar tan abajo. Pero el pequeño charco que se formaba servía de poza donde bañarnos y en el lenguaje de la zona se le conocía por «el azul». Así que ambos términos se referían a una palabra de origen árabe que significa barrera y que, antes de ser regulado su régimen con el embalse de Maidevera, dicha barrera desaparecía con la primera tormenta dejando el cauce limpio de nuevo.
Las diferencias de aquél azud de Jarque con el del flamante Azud de Vadorrey en Zaragoza, estriban en sus funiconalidades y necesidad. Lo que habría de ser un pequeño alivio para la sequía habitual de un pequeño río, ahora es un negocio de transporte de recreo en un río para un explotador privado. La inversión para su construcción y mantenimiento pasó de ser una obra civil de los regantes (a base de sudor) a una mole inútil cuyos efectos son más perniciosos que prácticos y cuyo mantenimiento sale por una cifra que espanta.
Si preguntáramos a Javier, profeta de la fluviofelicidad, sobre la conveniencia o no del mismo, seguro que nos dejaba atónitos con su saber. Pero en mi caso sólo os doy cuatro pinceladas en azul de por qué es una obra muerta desde antes de nacer.
El río Ebro está sometido a un régimen de caudal muy extremo, con épocas de poco caudal y temporadas de grandes avenidas que arrastran piedras y lodo en cantidades notables. Así que ponerle una barrera ayuda muchísimo a acumular todos estos materiales en la zona en la que se pretende hacer navegable el río.
Dragarlo es pues inevitable para conseguir eliminar, año tras año, los sedimentos que hacen impracticable la navegación fluvial en un cauce poco profundo (ahí necesitamos saber el calado de los barcos). Por tanto han empeorado la situación de partida. Al margen de consideraciones ecológicas reales, el dragado de un río para obtener gravas ha quedado obsoleto en la moderna forma de construir, con lo que su finalidad principal debería ser la de limpiar el cauce para evitar inundaciones en las zonas bajas de las riberas y evitar tener que construir nuevas motas cada vez que viene el agua… (no os perdais este informe de la Nueva Cultura del agua, del año 2003. Es científico y aporta saber sobre lo que os estoy diciendo).
Sin embargo el destino de este azud era meramente estético y lúdico, por lo que para mí no justifica la inversión en su construcción y posterior mantenimiento. De siempre se ha podido navegar en piragua o canoa de remo, y era muy curioso ver a los remeros andando sobre las aguas para salvar los acúmulos de grava. Ahora, con unos 80 cm. más de nivel, se evitan bajarse de la misma cada dos por tres, pero sigue siendo una actividad muy poco practicada en Zaragoza. El clima no ayuda mucho, ya que en invierno, con fuerte corriente, un cierzo enfilado con el cauce hacen que remar en el Ebro no sea exactamente algo placentero. No digamos en verano, sin agua y a unos 40º C a la sombra, lo único que apetece en el río es echarse al agua y dejarse de remar…
En fin, que ahí está mírala… y dime cuánto tiempo tardarán en eliminar las compuertas del azud para que fluya el agua libremente sin una barrera que no se llevarán las riadas. Se admiten porras.
Por a ahora seguiremos disfrutando del azul en el azud.
Pingback: Dragar el Ebro | Alas de Plomo