Cuenta la historia que Pirro, a la sazón rey de Epiro, tras una cruenta batalla con los romanos a los que venció, hizo recuento de sus pérdidas y exclamó: «otra victoria como esta y volveré solo a casa».
Hoy quedan solo los rescoldos de una huelga que no llegó a general (cosas del escalafón) y en la que las huestes sindicales victoriosas retornan a sus quehaceres habituales. Al tajo, que dirían los jornaleros. Según ellos ganaron esta batalla. ¡Y batalla que fué en muchos lugares!. Barcelona y Madrid batieron records de violencia callejera, quemaron contenedores, neumáticos, incluso algún coche policial, y todo en «beneficio» de los trabajadores oprimidos.
Así que un auténtico éxito democrático, exponente de la libertad de huelga que recoge nuestra sacrosanta Constitución. Lástima que el Gobierno la utilice y la desvirtúe con sus Decretos Ley, con su ingerencia en el Poder Judicial y derogando convenios colectivos con la firma de sus señorías parlamentarias, que ayer casualmente no se ausentaron de la Cámara como suele ser habitual aún cuando no haya huelga de por medio.
Nuestros actuales Pirros (el Méndez y el Toxo) debieron llegar a casa tan contentos de su victoria. Pero lo cierto y para vergüenza general, es que si algo de éxito tuvo esta huelga fué gracias a los piquetes IMPOSITIVOS, que actuaron desde primerísimas horas de la madrugada para impedir entrar a trabajar en las grandes empresas. La industria, los transportes, los grandes y emblemáticos centros comerciales, los MERCA (XXX) donde se recoge y distribuyen los alimentos para los minoristas, etc. fueron sometidos a un cerco implacable por parte de estos energúmenos cuya única razón es extorsionar e impedir a un trabajador cumplir con su deber y ejercer su derecho a no hacer huelga.
Los funcionarios masivamente acudieron a sus respectivos puestos, lógico puesto que hacía muy poco tiempo que habían ejercido su derecho a la huelga como respuesta a la bajada de salarios. Con la nómina ya mermada, nadie quiere que le descuenten otro día de salario, cuando además habían comprobado que su manifestación no había surtido ningún efecto práctico. Me cuentan que algunos funcionarios sindicalistas acudieron a «fichar» y se limitaron a dejar transcurrir las horas sin pegar un palo al agua, vamos que participaron moralmente de la huelga cobrando por no hacer nada, ni siquiera grapando un folio… A eso se le conoce como actitud coherente con las ideas.
El pequeño comercio, el que ha logrado mantenerse abierto a pesar de la crisis, mayoritariamente abrió sus puertas, entre piquete y piquete, para intentar hacer algo de caja que les permita seguir pagando los créditos, el alquiler, y además permitirse el lujo de comer a diario.
En la enseñanza parece que tampoco hubo demasiado quorum, salvo en la facultad de derecho de no recuerdo donde en la que se aplicó la ley de la fuerza, olvidando las fuentes del derecho y desde luego que de romano no recordaban nada…
La oposición del PP, como ya previne, se limitó a lo de siempre, mirar de soslayo aguantando una sonrisa pérfida para parecer más serios de lo que en realidad son. Me temo que se estaban partiendo de risa al ver cómo los sindicatos del PSOE, le daban cera a su jefe de filas, en un acto con guión y perfectamente decorado en un atrezzo de pancartas y banderines (¿de enganche?). Una gran farsa por parte de todos ellos.
Hoy ya no quiero reflexionar más sobre esta absurda pantomima, porque hay tantísima información, tanto disparate escrito, tanta imagen sin palabras que no demuestra más que vandalismo disfrazado de reivindicación, que no merece la pena dedicarle ni un segundo más de atención.
Sólo quiero añadir que en Valencia hay una persona por la que soy capaz de cualquier cosa, mi hija. Me llamó acobardada al salir de clase y toparse con la manifestación correspondiente. Tuvo que escabullirse de ella como Dios le dió a entender, asustada por la violencia de unos grupos que amenazaban con arrasar con lo que se interpusiera en sus caminos. Eso es más o menos lo que sufrió mucha gente pacífica que podía estar o no a favor de la huelga, pero que sólo quería continuar con su vida normal, sin ser sometido- a la fuerza- a proclamar una consigna.
Así que hoy me aplico el slogan con la pancarta que abría estas manifestaciones en todos los rincones de nuestra maltrecha España: «¡ASI. NO!»