Cuando yo iba al cole recuerdo con agrado el olor a libros nuevos, los cuadernos inmaculados dispuestos a ser esmeradamente caligrafiados con nuestra mejor letra y, al final, con más de un borrón, o algo de grasilla de un bocadillo de la merienda, impresos en sus páginas a traición.
Solíamos forrar los libros con esmero, ayudados por nuestra madre, repasábamos si teníamos pinturas (Alpino indudablemente), rotuladores, reglas y un montón de utensilios, siempre necesarios y que a duras penas soportaban un año escolar, así que cada año había que reponer material en un ritual a la vez ilusionante y cargado de esperanza de que, pasado el verano y sus alegrías, el reencuentro con los amigos y compañeros haría más llevadero el nuevo curso.
A mí me gustaba ir al colegio, tenía ganas de aprender y así me lo habían inculcado como forma de «labrarme» un mejor futuro. Y, como yo, todos los que querían estudiar, teníamos una motivación por aprender que nos llevaba a superar las dificultades de las asignaturas con mayor o menor esfuerzo. Pero ya contábamos con ello y nos servía de estímulo el superar determinadas materias para las que no estábamos especialmente dotados o aquél profesor «hueso» que nos había «pillao manía». Al final pasábamos de curso y a esperar otro año más.
Ahora todo ha cambiado en la sociedad, en la educación y en las perspectivas de futuro que tienen nuestros hijos. Los informes en materia de educación en España son demoledores, por mucho que queramos diluir los resultados con eufemismos. La realidad, cuando comparamos cifras con los países de nuestro entorno, es que estamos a la cola de Europa, por mucho que hayamos incrementado algo el nivel medio de la masa social. (Así lo documenta Expansión).
De todos modos los datos que se publican en el Panorama de la Educación según la OCDE en el 2009, han de hacernos recapacitar en lo que estamos haciendo mal, empezando por los padres, cuya responsabilidad en la motivación de nuestros hijos hacia el estudio no la podemos delegar en los maestros ni en un Ministerio.
Cuando vemos en un escaparate la oferta para la actual vuelta al cole es un poco desalentador pensar que cuando comienza el curso en vez de un buen libro, o un cuaderno te ofertan una línea ADSL. Evidentemente la sociedad actual pasa por estar «conectados» (¿enganchados?), tener acceso a la red y estar en comunicación con el resto del mundo a través de un teléfono. Pero no nos olvidemos de que para estudiar y aprender hay que empezar manchando un cuaderno (luego se convertirá en un blog), hay que subrayar un libro, hay que hacer garabatos con una pintura antes de hacerse Goya, hay que esforzarse mucho para aprender y mejorar (después de eso se suele aprobar), y después de todo eso utilizar las nuevas tecnologías a nuestra disposición para llegar a mayores cotas de IN-FORMACION.
A partir de ahí siempre mejoramos todos, a nivel individual y a nivel social y el desarrollo de un país siempre dependerá de la cultura y el conocimiento al que hayan llegado sus ciudadanos para luego aplicarlos en el trabajo.
Suco, parte de mis artículos, como ya bien sabes, se dirigen siempre a intentar transmitir la necesidad social y personal de formarse, de aprender, con mayor o menor interés en sacarle rendimiento al saber. Antaño se decía que el saber no ocupa lugar… Ahora debemos tener la cabeza llena de Gadgets que nos impiden pensar. No sólo eso, sino que se crean justamente para que no pensemos. Y aprender sobre todo te lleva a pensar y reflexionar y estoy plenamente convencido de que a mejorar como personas.
Razón tiene en que parte de la culpa la tienen los padres, pero es el cúmulo de la sociedad entera el que hace que los niños de hoy puedan tener menos ilusión por el estudio que antaño. Yo me atrevería a decir que hoy en día nuestro entorno está hiper-consumizado, todo se reduce a tener más y/o mejor, llevándolo hasta los más pequeños… menos en cuestión de cultura, ahí parece que ni a adultos ni a pequeños les importe tener más… triste, pero real.