¿Y después de los atentados qué?

Cuando por vez primera oí hablar de la teoría del caos, del meteorólogo del MIT Edward Lorenz, apenas fuí capaz de entender el significado de la misma. No llegaba a apreciar ni la repercusión que tendría posteriormente ni los avances que han surgido a raíz de ella para estudiar medios complejos con infinitas variables. Hoy por hoy casi todos nos hemos quedado con «el efecto mariposa» y lo usamos como si fuésemos conocedores de su verdadero significado.

Aplicar esta teoría al fenómeno terrorista podría ser algo no tan descabellado como podría parecer a priori. Estudiar las repercusiones globales de un único acto terrorista en cualquier lugar del mundo, tratar de encontrar el patrón que pueda regir ése y otros previos acaecidos en distintos escenarios, incluir la psicología del terrorista, las influencias geopolíticas, los sentimientos religiosos, el miedo, las desigualdades, las guerras, el hambre, la desesperación, la información de las agencias de Inteligencia, la manipulación mediática, y un larguísimo etcétera de variables que en muchos casos son aleatorias y no comunes en todos los atentados, nos lleva a que nuestras reflexiones se vean sometidas a un indescifrable Caos. Y eso es precisamente lo que pretenden estos asesinos que actúan allá donde les place y que son tan difíciles de prever y prevenir.

El caos que siembran tras sus actuaciones diluye a sus autores entre la cantidad de datos que hay que considerar, haciendo invisible el resto y concentrando la atención en un hecho repugnante y aislado. Las investigaciones tienen que centrarse en una ínfima parte y desentenderse del todo caótico que las envuelve, haciendo que el resultado de ellas concluya, en el mejor de los casos, con la detención de unos individuos que son algo tan insignificante como el aleteo de la mariposa. No son nadie, no son nada, pero los estragos que originan perduran en el corazón de todos y, a medio y largo plazo, producen efectos masivos de difícil previsión.

Las fuerzas de seguridad, los agentes de inteligencia, los gobiernos están en máxima alerta pero ¿ante qué?. Tal vez la solución a este caos esté una vez más en la ciencia, en el estudio sistemático y multidisciplinar de un nuevo «desorden» mundial cuyas causas son muchas y sus resultados hasta ahora imprevisibles. Si el mundo encuentra los fractales (patrones) que componen esta maraña de sucesos sin aparente conexión o relación, podríamos vislumbrar una cierta posibilidad de evitarlos.

Mientras tanto eso pueda convertirse en realidad seguiremos con nuestras vidas apacibles y libres de miedos ante lo que un vil asesino pueda provocar cuando decida batir sus alas de muerte y destucción. ¡NO TENEMOS MIEDO, NO TENIM POR!

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

Una respuesta a “¿Y después de los atentados qué?”

  1. Pues nada, Carlos: Ahora que ha pasado un año y que, como pasó en la anterior ocasión, las autoridades locales, autonómicas, estatales y los partidos, acudieron a salvar su cuota de presencia mediática, nos sumergimos de nuevo en el caos.

    Con lo que me quedo es con el recuerdo de que los responsables de la seguridad de las personas no hicieron nada por salvaguardarla pese a los avisos que mostraron que todo estaba planificado y conocido. Por cierto que en Madrid y Valencia, los accesos a trenes de alta velocidad, entonces y ahora, tienen un control de armas y en Barcelona no sucede así.

    Pero el remate fue ver el vídeo del asesinato de uno de los posibles terroristas por parte de los agentes de la autoridad que lo remataron en Cambrils cuando yacía en el suelo. Pena de no haberse difundido el vídeo en que siete valientes fusilaban al último en medio de un campo de viñas. Un chaval de 20 años, creo, y armado con un cuchillo de los que venden en las gasolineras.

    La señora australiana que perdió a su hijo en el atentado desechó las ayudas y las entrevistas e hizo bien. Con esa gentuza, ni para recibir condolencias.

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