Terreno abonado para el romanticismo y para la delincuencia.
Sea porque la solución de reducir el alumbrado público de nuestras ciudades había sido una idea de muchos de nosotros, me parece una buena medida para contener el gasto inútil de energía. El problema de este tipo de medidas es que no se pueden tomar a «ciegas». Y me explico.
La red de alumbrado es un complejo sistema de distribución a través de cableado de cobre (ese que se llevan a toneladas) . Desde la fuente de generación de corriente hasta el usuario final se recorren diferentes nodos en una vasta red en la que se inspira el flujo de bits en internet. Turbinas de agua (hidroeléctrica), turbinas de vapor (termoeléctrica, o nuclear), generador de viento (eólica), célula fotovoltaica (paneles solares), etc. no importa cómo se produzca la misma, porque desde que se «fabrica» (produce), hasta que se gasta (derrocha), el camino es largo e intrincado.
Hay que transportarla a la red y ahí entran diferentes estaciones y subestaciones transformadoras, para que los «voltios» se muevan en manada (alta tensión) o se vayan agrupando en lotes de unos 220-230 voltios por paquete para consumo doméstico.
Claro que tenemos que saber cuántos voltios necesitamos para que ni falten ni sobren. Si falta energía en una zona determinada el problema es más que no tener luz, porque dependemos totalmente de la electricidad, negocios, hospitales, hostelería, distribución… en fin todo el entramado social se quedaría sin actividad. Pero si de repente se exige demasiada cantidad, empieza una reacción en cadena en el que los relés de protección cortan el suministro hacia o desde alguno de los transformadores que no soportarían tanto tráfico, por tanto llegamos a la misma situación de falta de suministro.
Tender una línea eléctrica no consiste sólo en poner unas torres de alta tensión para soportar la catenaria, ni en empalmar una serie de acometidas para cada uso. Ese uso tiene que estar previsto y controlado para evitar derroches.
Se ha generado mucha controversia en Zaragoza por el apagado de farolas en las calles, por la mala distribución de la luminosidad según las zonas, por el derroche en otras en las que no haría ninguna falta ni de día ni de noche. Y al final lo que podría ser una buena práctica de ahorro se convierte en una polémica más en una ciudad harta de ediles y de sus decisiones «políticas».
Estamos sacando ya la decoración navideña, y cada año vemos que las lucecitas del árbol no funcionan. Con un poco de paciencia conseguimos -a veces- descubrir que hay una sola bombillita fundida y que deja inutilizada toda la tira de bombillas de colores. Pues eso a lo bestia es poco más o menos similar a nuestras farolas de la calle. La red no está montada para encender alternativamente una farola sí y otra no, por ejemplo. O apagamos toda una línea o la dejamos funcionando en su totalidad. El dilema está en saber qué calle dejamos a oscuras o que barrio debe quedar sumido en la penumbra.
Tal vez lo mejor que podemos hacer todos sea contribuir de manera individual al ahorro, dejando que los ayuntamientos venzan la inercia administrativa y valoren las consecuencias de sus decisiones populistas o impopulares. No basta con buena voluntad, porque las cuestiones técnicas las tienen que resolver los técnicos. Ingenieros, investigadores, etc. y hacerles caso de vez en cuando. Pero eso es mucho pedir.
En casa sí que tenemos poder de acción. Apaguemos siempre una luz que no alumbra a nadie. Usemos bombillas de bajo consumo. Conectemos todos los equipos a regletas con interruptor para cuando no los usemos dejarlos totalmente en OFF, sin los malditos SBY encendidos perpetuamente. Pongamos los termostatos alrededor de 21º C de día y con un jersey fino o una mantita para la «cabezada» de la siesta, estaremos en la gloria. Por la noche no más allá de 16º C, será más que suficiente para que dentro de la cama estemos suficientemente calientes, y si tenemos algo de fresco, un arrumaco a la pareja te devuelve la temperatura inmediatamente.
¿Cuántos escaparates comerciales visitais a partir de las 10-11 de la noche?. Pues eso, pongamos un límite razonable al programador de iluminación y todos los escaparates con una tenue luz de «disuasión» a partir de ¿las once?.
Hay mucha energía despilfarrada por no pensar en lo que estamos haciendo, y más aún en lo que estamos dejando de hacer.
Había un anuncio, de un café, en el que decía: «tacita a tacita». En el refranero aparece el mismo concepto con aquello de que: «un grano no hace granero, pero ayuda al compañero». Y sobre todo una campaña oficial de ahorro de hace unos años que decía textual: «Si tú puedes, España no puede». refiriéndose al gasto energético.
Hagámoslo nosotros, porque si les dejamos a los políticos que intenten ahorrarnos gastos vamos apañados. Y para acabar acordaos de la letra del tango que canta Gardel… ¡A media luz los besos!
Jubi, que seamos ciudadanos ecosostenibles, autofinanciados, biodegradables, etc. sólo debería depender de nosotros. Ahorremos céntimo a céntimo para que ellos sigan despilfarrando las arcas a espuertas, azudes, dragados (y construciones), carril bici a tutiplen… al final siempre ponemos el dinero entre todos. 🙁
Me encanta como nos has dejado a media luz. Yo en casa tengo calefacción central, pero si veo alguna ventana abierta a las doce, la cierro y si alguien me dice que tiene que ventilarse la habitación le contesto que cierre el grifo del radiador y no tiraremos el dinero por la ventana. En cuanto a los aparatos en standby ya me hacen caso todos y las bombillas de bajo consumo son las que voy cambiando cuando se funden las convencionales.
Un grano no hace granero… pero entre todos ayudaríamos en el ahorro de energía.