A pesar de las obras del tranvía, de los pequeños atascos que se producen en determinados puntos de confluencia, de que cada cual ha buscado sus rutas alternativas, casi después de una semana desde que se cerraron al tráfico las principales vías de acceso a la ciudad desde el Sur, apenas se ha notado un gran embotellamiento como era de prever.
He recorrido andando toda la zona afectada inicialmente para dar testimonio gráfico de las obras, y he hecho algunas reflexiones que me gustaría destacar respecto a la actitud cívica de los zaragozanos.
Primero habría que felicitar a todos por su comportamiento excepcionalmente paciente y totalmente acorde con lo que se les exige. Los conductores privados y profesionales (éstos tienen que soportar lo peor de las obras puesto que su lugar de trabajo son las calles de la ciudad) están demostrando un grado de cooperación y amabilidad extraordinarios. Nadie hace sonar el claxon, se suele ceder el paso en las incorporaciones y el tráfico resulta relativamente fluido a pesar de los pesares.
Se ha notado un descenso en la utilización de coches, muchos han optado por utilizar el autobús, algunos la bizicleta, y otros muchos aprovechan para andar más de lo habitual, por lo que todo el conjunto de ciudadanos está colaborando en minimizar el impacto en el tráfico y hemos acabado dando la razón a unas obras con un enorme rechazo social.
Los peatones han de recorrer mucha más distancia hasta llegar a un paso de cebra que no esté inhabilitado, por lo que me pregunto cómo se las arreglan las personas con dificultades motoras, las personas discapacitadas, los cochecitos de bebés, etc. En fin que también están demostrando un talante de tolerancia inimaginable. Quien quiera hacerse una pequeña idea de lo que les puede suponer, no tiene más que darse un paseo de una hora siguiendo las obras y ponerse en situación de cualquiera de ellos. La gymkana a la que hay que enfrentarse no tiene ninguna diferencia con lo que podría ser una pista americana para una persona sin ningún impedimento motriz.
Se ha constituído una plataforma en contra del tranvía (demasiado tarde), y al final el consistorio ha demostrado que, haga lo que haga, en Zaragoza «apechugamos» con lo que nos echen, incluso con un tranvía al que no se le ve la necesidad por ningún lado.
La Policía Municipal también ha ayudado mucho estos primeros días, aunque me da la impresión de que poco a poco van desapareciendo parte del contingente inicial de tropas en misión de paz, para pasar a su no menos importante labor recaudatoria… tal como están las calles ¡cualquiera aparca como es debido!, así que financiaremos parte del coste a través de las multas que se nos avecinan.
En fin, afortunadamente las elecciones municipales están previstas para dentro de un par de años, por lo que la diligencia en que esten finalizadas las obras de la Primera Fase – antes de las mismas- nos da la esperanza de que intentarán, por todos los medios, que se finalicen en el plazo previsto. Otra cosa es que los ciudadanos manifiesten en las urnas lo que se espera de ellos. Pero eso ya se verá porque las armas de doble filo en Zaragoza son de difícil manejo para los políticos y aquí de resistencia y tenacidad ante lo inevitable creo que tenemos un master aprobado a base de sangre y sacrificio. Si no que les pregunten a los franceses de Los Sitios de Zaragoza…
De momento ya tenemos las barricadas puestas… sólo nos falta saber contra qué o quien hay que luchar. El desenlace de la batalla, dentro de dos años.
Más que buena gente, «buenisma». Ahora que, como no nos guste el tranvía igual lo echamos al Ebro… también somos así de tajantes ante lo que consideramos un atropello. Claro que nos cuesta lo nuestro decidirnos. 😉
Si es que los maños somos buena gente, cabezudos pero buena gente… 😉