La ley perversa (antitabaco, cómo no)

Comencemos por definir perverso, y qué mejor que consultando el DRAE:  (Del lat. perversus).
1. adj. Sumamente malo, que causa daño intencionadamente. U. t. c. s.
2. adj. Que corrompe las costumbres o el orden y estado habitual de las cosas. U. t. c. s.

Las leyes que crea el hombre se suelen hacer para establecer las normas de convivencia que rijan sus relaciones en igualdad de derechos y obligaciones. Por tanto una ley de por sí no puede ni debe ser calificada objetivamente como otra cosa que la respuesta a una necesidad social.

Lo que sí puede ser perversa es su manera de aplicarse. Eso es lo que se está viendo con la implantación de la nueva ley 42/2010, la del tabaco. Ya han surgido los primeros enfrentamientos entre parroquianos y hosteleros, otros se han liado a mazazos contra una máquina expendedora y se incentiva a los ciudadanos «comprometidos» a denunciar a cualquiera que transgreda la ley.

Hasta ahí casi todo normal y previsible, por tanto «pecata minuta». Sin embargo la actitud «presuntamente» cívica de quienes se convierten en inquisidores particulares, en nombre del Estado de Derecho, tiene su miga.

Despertar la responsabilidad individual en beneficio de la ley y el orden general, debería ser una forma de entender la vida en sociedad, una obligación más de cada uno de nosotros. Pero en la práctica casi nadie se mete en la vida ajena. Ya puedes ver un atraco en plena calle, una agresión de cualquier tipo, un pobre hombre tirado en el suelo, o cualquier situación de altercado público, que lo que «la gente de bien» suele hacer es volver la vista hacia otro lado y evitarse problemas, y a ser posible cambiar de acera o el trayecto realizarlo por otras calles…

Nadie dice ni mú por temor a las consecuencias de su actuación cívica. Y luego habría que testificar, enfrentarse al delincuente, esperar represalias, o cuando menos llevarse un mamporro por haberse metido donde «no le llamaban».

Ahora han estigmatizado a los fumadores. Son los nuevos delincuentes sociales, masivamente atentando contra el derecho a la salud de sus conciudadanos. Por eso se ha elaborado esta ley, para preservar ese derecho inalienable de todos. ¡Eso está bien!. Pero el único responsable de garantizar el cumplimiento de la ley es el Estado que la promulga. Debe establecer los cauces de inspección necesarios, delegar en las autoridades competentes la vigilancia de su cumplimiento y los medios jurídicos necesarios para que el infractor cumpla con las penas que se establecen.

Me parece estupendo que todo el que vea que alguien está fumando en donde no debería, haga uso de su facultad de denuncia, que vele porque la sociedad en la que se haya inmerso sea cumplidora de las leyes en todos sus ámbitos. Pero podríamos haber empezado antes, mucho antes, denunciando todo aquello que a diario vemos en nuestro alrededor. Por ejemplo:

– Ese grupo de quinquis destruyendo mobiliario público.

– Ese que está gritando a una mujer, o pegándole un empujón en plena calle.

– Ese ratero que huye con el bolso de una anciana, que queda en la acera caída, y nadie se molesta en perseguir.

– Ese proxeneta que hace gala de su masculinidad recaudando dinero de sus chicas, sin que nadie diga nada.

– El repartidor de droga en la puerta de los colegios que siempre está ahí y nadie se da cuenta nunca de su presencia.

¿Queremos ser inquisidores?. Pues seámoslo, pero en serio. El civismo, la conciencia social, tiene que ir más allá de delatar a un adicto a la nicotina. Tiene que ser una forma más de entender el bien común, pero siempre y para todo tipo de leyes, no sólo la que nos interesa de una manera particular.

Siento que hemos pervertido la forma de hacer cumplir la ley, volviendo al «acusica» del cole. Yo no querría tener que recordar cosas antiguas que hicieron mucho daño en nuestro país, y que aún no nos hemos curado de esas heridas. Se habla de la memoria histórica, de miles de fusilados sin juicio previo y que aún están en las cunetas, esperando ser recuperados sus restos y reintegrada su dignidad, sabiendo que muchos de ellos fueron denunciados por sus propios «vecinos» por pertenecer al bando equivocado, siendo o no verdad.

Todavía no hemos saldado las deudas contraídas por  la Santa Inquisición, aquella que con una simple denuncia por brujería llevó a la hoguera a ni se sabe cuanta gente inocente, cuyos espíritus siguen acudiendo a los aquelarres a ver quien les da una explicación.

Yo procuro ser cumplidor de las leyes, y elevo quejas, reclamaciones y denuncias cuando considero que estoy en mi derecho de hacerlo. Pero nunca me haré un Torquemada.

Porque si lo fuera, empezaría denunciando al fontanero chapuzas que no me hace factura, porque está en el paro. Al paleta rumano, licendiado en económicas, que por cuatro euros me arregla el aseo. A la fámula que cuida a los niños del vecino, porque está sin papeles, y además friega las escaleras de la comunidad, sin seguridad social y sin pagar impuestos. Al del bar de la esquina que nunca me da el ticket del cortado. A mi jefe que me paga el «plus» en dinero de la caja «B». Al notario que siempre tiene que salir del despacho a atender una llamada, justo cuando estás firmando la compraventa de un inmueble, y la bolsa del hiper cambia de manos en un: ¡Cuéntalo que está todo!. Al vecino del tercero segunda, que no tiene oficio conocido y se sienta en un BMW de alta gama. Al presidente del club de fútbol de mis amores, que reúne en su palco a la la flor y nata de los prohombres de la ciudad. Al quiosquero de toda la vida que sigue dándome tabaco entre el periódico porque sabe que me hace «un favor». A ese amigo del cole con el que sigo viéndome a diario y que sé que defrauda a hacienda todo y más, pero que me invita a marisco cada vez que le ha salido bien un «trapicheo». ¿Sigo?. Creo que no hace falta.

Somos todos ciegos, mudos y sordos, para todo… menos para los fumadores. ¿O qué?

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

3 respuestas a “La ley perversa (antitabaco, cómo no)”

  1. Vicente y José. la perversidad a que me refiero es a la de la acusación, no a la ley en sí que puede que fuera totalmente necesaria. Si uno respeta a los demás siempre hay concordia, aun siendo fumador temporalmente… jeje
    y los mails llegaron, pero todavía no me «sentado» a contestar a los amigos. 😉

  2. Coincido con vos Vicente. Yo estoy de acuerdo con esta ley….. Entiendo que haya otras prioridades….pero bueno …..algo es algo … ¿ no ? … jeje… peor sería dejar la situación como está….

    PD: Carlos, hace poco te mandé unos e-mails, después cuando puedas avisame si te llegaron. Abrazo

  3. De lo que no hay ninguna duda es que todos tenemos derecho a beber agua límpia, no contaminada y a respirar aire puro, no contaminado.

    Y si uno quiere orinar, por favor, que salga de la piscina, que vaya al urinario y lo haga allí, sino será un incívico. Y ya es gordo que haya que legislar sobre lo que es de sentido común.

    Salud.

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