Un deseo llamado Tranvía

(autor foto: Rabizanda)

No me he equivocado con la película de Elia Kazan, porque aquello era ficción salida de la pluma de Tennessee Williams. El tranvía en Zaragoza es más real, aunque todavía tiene un camino tortuoso que recorrer.

El ciudadano-usuario nos hemos preguntado muchas veces por la necesidad de poner patas arriba toda la ciudad para hacer un tranvía lineal, que se quedará «suspendido» a punto de llegar al centro económico-político-comercial (algo así como el downtown zaragozano), sin solución de continuidad.

Después de habernos atormentado con el cierre «temporal» del Paseo de Independencia durante muchísimos meses, hace muy poco tiempo, ahora le toca pasar al tranvía por encima de las ruinas de Sinhaya (el arrabal musulmán sepultado bajo el asfalto del paseo). Pero después de un año de obras y cuando los raíles están ocupando la mayor parte del recorrido de la primera fase, se dan cuenta de que no había «consenso» (maldito palabro), que el trazado no convencía mayoritariamente a la oposición política en el Ayuntamiento y que aquello demuestra que fué en gran medida el Deseo personal de un Alcalde o un grupo reducido de «irreductibles» cabezotas.

El Sr. Belloch, parece ablandar su postura ante la «presunta» presión política para modificar un trazado que define como el más adecuado técnicamente. Pues si es así ¿por qué no lo dejan como está?. Ellos sabrán, a mí me huele a precampaña electoral, y hay que re-hacerse amigos por si hay que volver a acuerdos (cambalaches) que tienen fecha de caducidad.

Los de a pié esperamos la gloriosa venida del tranvía con más ansias que las que tuvieran en su día los que promovieron el disparate. Etamos cansados de obras, de atascos provocados por nuestra propia barricada ante la acometida del tranvía, de desvíos hacia infinitos embudos que no tienen sumidero y de buscarnos la vida para pasar la frontera que divide Caesar Augusta de norte a sur, y viviendo casi obligados a deambular por un sector único para evitar atravesar la cicatriz que nos divide, como hizo con Berlín su muro de la vergüenza.

A fuerza de paciencia hemos llegado a un punto que no tiene vuelta atrás. ¡Tendremos tranvía!, eso seguro, y nos guste o no estamos deseando que empiece a circular por sí mismo, aunque tengamos que arrepentirnos después, cuando nos prohíban utilizar el coche propio para llegar al mismo sitio y pagar el peaje que corresponda.

Así que lo lleven por donde les plazca, que cruce el Coso o que lo sobrevuele, que atraviese los puestos del Mercado Central o por debajo de la Puerta del Carmen. A muchos ya nos da lo mismo, lo único que queremos es ver acabadas las obras, que los comerciantes afectados por ellas puedan reabrir sus negocios arruinados por culpa de esta «INNOVACION» tecnológica que desapareció de nuestras calles en 1976, para el caso de una ciudad de más de dos mil años, un suspiro.

Hay que estar con el desarrollo (¿sostenible?), con la innovación y con la modernización de infraestructuras, cierto. Así que de repente me he dado cuenta de que estoy totalmente a favor de que funcione el tranvía, de que corra sin impedimentos entre otro tráfico indeseable y que acerque los dos extremos opuestos de una ciudad que sigue creciendo al ritmo que marca el PGOU.

Así que estoy tan a favor que quiero que funcione ¡YA!, porque se ha convertido en un ansioso DESEO.

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

3 respuestas a “Un deseo llamado Tranvía”

  1. Vendiendo el hilo de cobre que hay por todo el tendido eléctrico del tranvía, sacaríamos suficiente para pagar el hormigón para cubrir todas las vías y dejar las calles como estaban. ¡Y nos ahorraríamos dinero!

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