Vol D’ennui

Este que hoy os dejo, fué el relato que como os dije obtuvo el premio como finalista del concurso de Estracrew.com

Pasado ya el plazo de «cortesía» y una vez que ya ha sido publicado el del otro finalista con su relato «Volando por Africa», dejo en la sección La pluma en mi ala el que salió como resultado de una admiración personal hacia Antoine de Saint-Exúpery.

VOL D’ENNUI

El P-38 esperaba pacientemente frente al hangar la llegada del piloto. La estrella Polar indicaba que la noche, preñada con la luz de la luna, sería tranquila,  casi monótona, si no fuera por el resplandor de las estrellas, que definía los contornos de la costa próxima con pulso firme.

A paso lento, sin prisa, el piloto se fue acercando a su gran amigo a preguntarle cómo se encontraba aquella maravillosa noche.

-¿Cómo estás, compañero?, pareció susurrarle al oído a su avión.

Habían compartido muchas conversaciones nocturnas, muchas confidencias entre ambos,  bajo el arrullo del sonido acompasado de los motores. Y aquella noche todo hacía indicar que sería una más, otra de tantas, otro momento de complicidad para mirar a la luna de frente, con chulería, casi como diciéndole: ¡espera, que vamos…!.

Después del saludo cortés entre los dos amigos, el mecánico ayudó al aviador a subir la escalerilla, un peldaño, ¡cuidado!… casi me caigo. La sonrisa que surgió en sus labios daba muestra de que el tropiezo era una parte más del ritual al que habían de someterse cada vez que comenzaba una misión. Una manera sencilla de eliminar la tensión cada vez que se enfrentaban a los posibles riesgos que podrían aparecer de repente, agazapados tras una nube de forma caprichosa.

Pero aquella noche no había nubes, el cielo era su mejor refugio y nada impediría que el vuelo de reconocimiento sirviera para averiguar las intenciones del enemigo oculto en la zona a batir.

¡Libre el uno! Indicaba con el índice izquierdo mientras hacía girar la mano derecha confirmando que la hélice estaba libre para empezar a girar. Las magnetos no fallaron y el combustible entró a borbotones a los cilindros, todavía fríos, queriendo oponerse a mover los pistones que finalmente cedieron a la combustión y siguieron subiendo y bajando frenéticamente hasta que el ritmo se fue adaptando al del ralentí.

Aquello sonaba a música, un tono monocorde y armónico que indicaba que el motor aguantaba la fatiga acumulada durante tantas horas de servicio a las que se había visto sometido.

¡Libre el dos!. Un nuevo músico se incorporó a esta orquesta improvisada, hasta que consiguió entrar al compás que le exigía el director de orquesta desde su puesto de mando. Revoluciones al mínimo, temperatura de aceite subiendo, los gases atrás… repasando la partitura, nota por nota, hasta interpretar la pieza que tantas noches habían ensayado y que ahora iban a hacer sonar ante un público que llenaba todas las estancias del firmamento estrellado.

Tras los primeros compases de calentamiento iniciaron la marcha lenta hacia la cabecera de despegue, andante, piano…

¡Fortíssimo! Anunció que la potencia máxima de los motores iniciaba la parte del despegue hacia su lugar natural de interpretación. El vuelo había comenzado y tras el traqueteo provocado por las juntas de cemento de la pista, todo era ya paz y armonía. Subieron mansamente hasta los mil pies de altitud, intentando hacerse invisibles al mundo, confundidos con las sombras que proyectaban los montes sobre el terreno.

Rumbo Sur-sureste marcaba la brújula cuando las revoluciones descendieron al régimen de crucero, mezzo-forte.  Potencia mínima para mantener un largo pianíssimo que convertiría el sonido en un suave susurro casi inaudible en la noche .

Habían llegado a sentirse cómodos y se dirigían hacia Córcega deslizándose blandamente a través del viento que les abría paso deseándoles un feliz vuelo. El agua del mar devolvía destellos plateados en los que la sombra del avión parecía navegar sin timonel y guiada entre las olas por la mano invisible de Dios.

En aquellos momentos de dulzura, hombre y máquina eran todo uno, un solo ser en busca de la verdad de la paz en medio de aquella guerra que había llegado como castigo a tanta ambición desmedida y tanto rencor contenido.

Ellos buscaban al enemigo para encontrar la forma más rápida de lograr la paz, ganando claro, pero querían la paz.

La mente de Antoine, el piloto, no dejaba de soñar con un mundo mejor, había escrito varios libros de éxito y que querían demostrar al mundo la belleza de sus sentimientos, de su verdadera misión en su vida, y se enfrascaba en escribir mentalmente cientos de párrafos que luego quedarían reflejados en unas cuartillas apresuradas en su barracón, arrugadas y llenas de ideas que cuando pasara la guerra formarían parte de un gran legado cultural y de nobles sentimientos.

Su príncipe parecía estar contemplándole desde su pequeño planeta, observando el vuelo de su amigo y deseándole la suerte que merecía.

Ensimismado en sus ideales, mirando los parámetros de motor, siguiendo la carta de navegación hasta llegar a la zona, apenas tuvo tiempo de oir la primera ráfaga, ratatatáaa!. Una segunda le dio en el ala derecha y entonces tomó conciencia de lo que estaba ocurriendo. Les habían descubierto y estaban atacándoles desde la cola cuando una tercera ráfaga acertó de lleno en el cockpit.

¡Dios mío me han alcanzado!, y sintió el fluir de la sangre desde su pecho hacia el arnés que le amarraba a su avión. Sabía que aquello era el fin de su vida porque la herida era mortal, pero todavía tuvo tiempo de decirle adiós a su amigo, el P-34, -“lo siento amigo aquí nos quedamos juntos, para siempre”.

No tuvo miedo a la muerte porque ya había conseguido la inmortalidad y miró hacia donde siempre había deseado estar, hacia las estrellas, hacia el espacio infinito, donde por fin iba a encontrarse con su amigo el Principito.

Inició así su último vuelo sin destino, con un único pensamiento en su cabeza: que mi muerte sea la última que ha provocado esta guerra inicua, yo gracias a Dios ya he cumplido MI MISION.  Ah toi de Saint- Exúpery…

Nota del autor:

El título es motivo de la mala pronunciación que solemos hacer los españoles cuando leemos estas dos palabras, suenan realmente como Vol de Nuit, el maravilloso libro de Saint-Exúpery que a muchos de nosotros nos ha hecho soñar con volar.

Este pequeño relato de cómo imagino que vivió sus últimos momentos, es un modesto homenaje a un gran aviador y grandísimo escritor.

La traducción literal del título sería:”vuelo de aburrimiento”, aunque de no haber sido por esa intención que explico, habría sido titulado  “Vuelo de rutina”.

Acerca de Carlos

Expiloto de líneas Aéreas, aficionado a las artes: Pintura, Literatura, Música, Fotografía, con ganas de divulgar aquello que he vivido a lo largo de mi experiencia profesional y humana..

2 respuestas a “Vol D’ennui”

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